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"I’m a farmer, my english is poor" (Viaje a China, parte 2)


Instrucciones para la compra de tiquetes de tren y el nombre de la agencia de viajes.


Se puede decir que un país contiene muchos países. La percepción al visitar un país para trabajar es muy diferente a hacerlo por mero turismo o a vivir allí. En cada situación se ve todo con una óptica diferente. La primera entrada del blog referente a China fue escrita a través de ojos de estudiante de MBA; esta vez, a través de ojos de turista.

La visita por China es grandiosa, tanto como lo es el país. En esos días como turista le puse más atención a la gente, al entorno y a detalles que antes escapaban, simplemente, porque no los buscaba.

Mi viaje comienza en Beijing. Mis compañeros dejaron China y a mi me dejaron allí, desamparado en medio de 1.300 millones de extranjeros todos idénticos y de mirada rasgadamente conspiradora. En tres días absorbí cuanto pude de la ciudad: templos milenarios, calles modernas, sabores, olores, sonidos. Barrios pobres escondidos tras fachadas ostentosas de Armani o Zara, la villa olímpica y la infaltable gran muralla.

Inicio el recorrido siguiendo los consejos de Angela – la guía turística que enfáticamente rechazó con cara de profundo asco los suculentos gusanos de seda que ella me llevó a devorar (porque, claro, soy turista), decidí ir en tren a Luoyang y luego visitar Xi’an. La aventura comenzó días antes del viaje: ¿cómo comprar los tiquetes de tren, qué tipo de tren y cómo viajar? Es difícil hacerse entender y allí surgen todas las inseguridades; al final uno no sabe si los vendedores entendieron y si uno lo compró lo que quería, pero si estas inmerso en la aventura piensas: si puede Antony Bourdain, ¿por que no yo?


El boleto y el tren... y mi cama
De cualquier manera, me las arreglé para comprar y llegué a la estación de tren de Beijing con mi flamante boleto - en chino donde lo único que podía leer era algo tan inútil como AN344961 - mi número de pasaporte. El plan: un viaje nocturno en un vagón litera Beijing-Luoyang. Todo empezó bien. Encontré el vagón, encontré la cama e hice un reconocimiento de mis compañeros de compartimiento: Un hombre que viajaba sólo y una familia campesina: Papá, mamá y un chinito de unos cinco años. El calor era infernal… el tren estaba quieto y con el aire acondicionado apagado. Yo leía y releía el boleto y me preguntaba si había comprado “vagón sauna” en lugar de “vagón cama”… pero como no sé como se escribe cama – ni sauna – en chino quedé en las mismas. Finalmente arrancó el tren lentamente… y lentamente bajó la temperatura hasta que comenzó a hacer frío.

Salida: 9:45 p.m., llegada estimada 7:20 a.m. Puse despertador a las 6:30 a.m. para tener tiempo de cambiarme y verificar que todo estaba bien… todos sabemos que los trenes se retrasan, pero nunca se adelantan. Mi plan: con el itinerario detallado en la mano y el GPS del celular podría saber donde estaba. Primer error: el plan de datos del celular dejó de funcionar, es decir SIN mapas y SIN traductor (¡¡$##@ #@%$& Ahhh!!) así comienza la trama de muchas películas de terror en china: con un inocente turista solitario que queda off-line y a la deriva… sólo queda el itinerario. Segundo error: no todas las estaciones tienen el nombre en inglés… en algunas ni siquiera vi el nombre. Tercer error: no tenía el nombre de las estaciones en chino para al menos comparar los muñequitos a la entrada de la estación. Lo único que sabía era que el tren estaba atrasado, porque no paró a las 6:30 donde debía. Yo, haciendo alarde de una falsa calma levanté mi mirada y le dije a la mujer que estaba en frente: “LUOYANG” y puse cara de desamparado. Ella respondió “I’m a farmer, my English is poor” yo pensé: el inglés será muy ‘poor’ pero es inglés! Por fin la historia se aleja del guion de película de terror!  Allí me volvió el alma al cuerpo – el alma estaba sentada en la última estación cuyo nombre pude leer: Yan Shi. Aquella campesina poorly-bilingual me indicó donde quedarme y me salvó el viaje.

Finalmente, llegué a Luoyang!!! Tomé un taxi al hotel donde me recibieron amablemente: “早上好士提供他呢?” yo dije “What?” y la china de la recepción repitió: “早上好士提供他呢?”… ¡oh, oh! Allí volví a la adolescencia, pensé: a mí nadie me entiende… sólo que en esta ocasión sí que era cierto. Al fin, gracias a un intérprete improvisado y un poco de suerte logré conseguir una guía bilingüe para visitar las grutas de Longmen y el Templo del Caballo Blanco, el primer templo budista oficial de la China, impecablemente conservado desde hace casi dos mil años.




En Luoyang, tomé el tren rápido para Xi’an. Una hora y 40 minutos para recorrer unos 300 Km en un transporte de primera clase. Esta vez tenía compañeros de viaje más apropiados. Algún joven universitario que tenía un nombre como Lo Ying Pong (o algo así) con aceptable uso de inglés y una estudiante China en Londres que estaba de vacaciones y usa el nombre occidental Kassie. Ambos coincidieron en opinar que yo era muy valiente – y estúpido- con mis planes de viajar solo por esas tierras.

Tras una hora y media de charla (al fin hablaba con alguien después de tres días de introspectivo silencio) ya tenía una lista de recomendaciones para la visita en Xi’an, y compañeros de metro hasta la parada más cercana al hotel.

Xi’an es otra ciudad impresionante. Tiene tanta historia como pocas ciudades en este mundo, con huellas y construcciones de más de tres mil años aún en pié. La ciudad está rodeada por una muralla y un canal que la protegían de los ataques desde la antigüedad. Xi’an tiene cerca de seis millones de habitantes y un sistema de transporte poco saludable. El metro tiene una línea de norte a sur y otra de este a oeste – algo como una cruz que no lleva casi a ningún lado. Aparte de eso hay un plan de buses que no me atreví a tomar para evitar perderme demasiado. Inicialmente confié en el sistema de taxis, pero descubrí que fue una pésima idea. Los taxistas, además de no entender, y no querer hacer el mínimo esfuerzo por ayudarte, no quieren llevar a nadie al centro –donde quedaba mi hotel. Surge la pregunta: ¿Por qué los taxistas no se aventuran al centro de la cuidad? ¿.... Qué saben que ignoro? ¿Por qué se esa cara extraña cuando se enteran a donde voy? Esto se parece mucho a una película de terror china en donde un turista solitario e ignorante del idioma se aventura al centro…

En una de mis errantes caminatas turísticas llegué a un lugar donde no logré ubicarme. El mapa estaba en chino y en inglés y las calles estaban igualmente en chino y en inglés…. Pero increíblemente los nombres del mapa y de las calles no coincidían en un idioma pero sí en otro… era realmente confuso. Caminé rumbo al hotel, que ya estaba muy lejos y en el camino hice el mejor intento por buscar un taxi. Fue imposible. Yo andaba con una tarjeta del hotel para “asegurarme” de que los taxis me llevaran de vuelta, pero la vida me tenía otra sorpresa: los taxistas son miopes o estúpidos – o se hacen los miopes o los estúpidos como en la película aquella.... Tomaban la tarjeta, le veían, le daban la vuelta, me miraban, me la devolvían y decían “我不履行它的中心或由妓女”, como yo no entendía e intentaba subir al carro, ellos me decían lo mismo, pero con la mano y se marchaban, dejándome en mi estado normal en China: desamparado.

Finalmente, salido de la oscuridad como el mismísimo "Centella" (héroe psicodélico del manga Japonés de los 70s, un desteñido Chapulín Colorado en moto) aparece un moto-taxista… después de dudarlo y hacer una evaluación de riesgos y oportunidades:




Riesgos:

  •      Me va a atracar y me va a dejar en Boxer y camiseta en algún lugar de la ciudad
  •      Me va a robar la billetera, dinero y tarjetas.Va a hacerme un paseo millonario.
  •      Me va a llevar a un quirófano clandestino y vender mis órganos en el mercado negro
  •      Me va a cobrar el triple
  •      Nos van a atropellar en una esquina y no tiene SOAT.
  •      Me va a vender a un restaurante por kilo como en esa película de terror ya mencionada.
Oportunidades:

  • De repente me lleva  cerca del hotel.
  • ...

Como ya estaba cansado, no lo pensé más y le di mayor peso a las oportunidades. Le mostré la tarjeta del hotel y me dijo “phyytttteeen” yo escribí “15” en mi libreta y el puso cara de “Yes, fifteen”. Subí a la moto. En cosa de diez minutos mi vida completa pasó por mi ojos, vi el túnel, al abuelo, la abuela, todo a la velocidad de la luz  y fue triste saber que podría terminar mi vida abrazado a un motociclista chino que ni siquiera me dijo su nombre. Para aquél chino los semáforos eran decorativas luces tricolores y nada más. Cuando en una esquina vi la torre de la campana le señalé  con la mano temblorosa y copiosamente sudada a mi piloto esa dirección y allí llegó al límite. El chino-moto no tuvo problema en subirse al andén y andar por allí pitándole a sus paisanos para que nos dieran paso. Al llegar a la esquina le preguntó algo a un policía, quien en lugar de multarlo le dio un par de indicaciones… y eso fue suficiente para mí. Con dos tercios del camino recorrido decidí no tentar más mi suerte y preferí darle sus quince yuanes y seguir con mis dos confiables pies en lugar de las vertiginosas ruedas de la moto de aquel Valentino-Rossi-made-in-china.

Mi siguiente día en Xi’an fue breve. En la madrugada tomé un taxi para ver los guerreros de Terracota. Para variar el taxista me hablaba y hablaba: “名男子什么,当然,我明白了什么,所以我写在里,我吐谷歌翻一些填充” ; yo, por mi parte le respondía indiferentemente en español, inglés o portugués… daba igual… Finalmente llegando al museo de los soldados de terracota me recibe el guía bilingüe, quien se preocupó tanto en darme un recorrido de una hora por los pabellones del mueso como en la siguiente media hora por las tiendas de souvenires, aunque desde el principio le dije que no compraría soldados miniatura, jade, libros, fotos, llaveros, papas, chicles, manimotos ni NADA. De allí al aeropuerto y Shanghai para iniciar el viaje de 30 horas a São Paulo.

Personalmente, nunca había hecho un viaje en el que me sintiera totalmente perdido, aislado y fuera de tono. El reto de comunicarse con mímica, dibujos, fotos del celular y textos en chino escritos por piadosos voluntarios bilingües es a la vez emocionante y angustiante. No hablar con nadie en tres días puede ser agobiante y aburridor… en momentos de mucho aburrimiento cualquiera que me hablara en inglés se encartaba porque yo le hablaba, le hablaba, le hablaba… hasta que huía asustado, y después le alcanzaba, le acorralaba y cuando no podía escapar, le hablaba… me miraban con profundo horror porque seguramente recordaban una película de terror china donde un turista solitario acorralaba a las personas para hablar y hablar y hablar y hablar…

Comentarios

  1. Adorei! Gracias por el trcorrido de todos lis sabores.

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  2. Mi querido Cesitar,
    Leer tu blog fue remontarme al pasado, volví al 2005 y se me hizo estar allí, penando por mi vida al lado del kamikaze biciclo-taxista (no se si sea esta la palabra correcta) que hacía peripecias en la calle, en los andenes, en todo el trayecto. Me encantó como describes la sensación de impotencia, la sentí, la viví plenamente y eso que yo solo llegue hasta Beijing.

    Quería comentarte que a mi me robaron la billetera en un mercado de antigüedades con lo que fui a parar en aquello que todo parecía menos una estación de policía, un cuarto verde pálido hospital asestado de colillas de cigarrillo que se veían por doquier acompañadas de lo que alguna vez habían sido vasos de papel, hacían de aquel lugar un gran basurero y allí en medio estaba yo, tratando de explicar cómo mágicamente habían abierto mi bolso y robado mi billetera y tal cual te pasó a ti, me entregaron un papel lleno de jeroglíficos en el que solo distinguía mi nombre, y como un borreguito debía creer ciegamente que todo lo escrito allí era lo que había explicado previamente y con gran esfuerzo.


    Te felicito, creo que uno de los elementos mágicos de un escritor es cuando logra crear en ti sensaciones y sentimientos o cuando te remontan al pasado y traen recuerdos que tal vez tenías olvidado. Pues eso has hecho en mi, ahora estoy aquí recordando y sonriendo.

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  3. Martica, que historia esa! No me imagino como será eso de ir a una estación de policía allá, con esa incomunicación. Esa historia no me la sabía.
    Gracias por el súper comentario, es muy alagador recibir ese tipo de buenos comentarios con mini-cuento incluído :D
    Un abrazo!

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