El estado de Rajastán queda al norte, en los límites con Pakistán.
Empezamos en Udaipur. Llegamos al Aeropuerto y tomamos uno de los casi suicidas rickshaw (o "Tuk-Tuk") hasta el hotel que queda frente al lago “Pichola” (sugestivo ¿no?). El mejor hotel de la ciudad en todo el centro del lago… ¡Se ve completico desde la ventana de nuestro acogedor y digno cuarto en el hostal!
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Ciudad antigua, de Musulmanes e Hindúes. El mundo se mueve
en bicicletas, motos y tuk-tuks. en el tránsito también se mezclan vacas, toros, perros, personas,
caballos y más personas. Ruido por todo lado. Las motos transportan aquí una
familia, allí una mujer cubierta con vistosos colores, acá colchones, cinco cilindros de gas, todo
lo imaginable.
Estamos en la tierra de los Marajás, custodios de la ciudad que reinaban rodeados de lujos, esposas y que ostentaban grandes fortunas, incluso en
la época del imperio británico. Nosotros no vamos por el lujo; vamos en busca
de los “gurús espirituales”, y dejamos a los
Marajás tranquilos descansar en paz.
El primer encuentro espiritual llegó inesperadamente: en un
restaurante pedimos un lassi. El menú ofrecía lassi de frutas, de rosas y el
especial. Cuando el mesero nos explicó en un machacado inglés el contenido del
tan “special Lassi”, no entendimos qué era y tampoco sabíamos la conexión que
se nos venía en frente (bueno… al menos
la primera vez que lo bebimos)
Escogimos el especial, llamado también Bhanga Lassi, que es
autorizado sólo para los adoradores de Shiva, pero que se sirve también a
turistas desprevenidos (bueno, a veces no tan desprevenidos) y que contiene
aquél elemento: मारिजुआना que nos conecta con las divinidades.
Para aquellos ignorantes que no leen hindi, el मारिजुआना tiene
varios nombres en español: mota, yerba, maracachafa, etc… y sí. El Bangha Lassi
es, nada menos, un batido de yogurt con मारिजुआना. Llega una bebida cremosa y verdosa,
con sabor a yogurt con clorofila y nada más.
No se siente nada al beberlo… ni después de media hora, luego
empieza a aparecer algún síntoma físico o psíquico. Las vacas se ven más
amistosas, los caballos más blancos, Shiva te empieza a caer mejor... aumenta
el efecto: las vacas están más conversadoras que antes, los caballos flotan
delicadamente. Todos quieren atropellarnos: las motos, los árboles, los muros,
las estatuas… esta experiencia espiritual nos conectó con nuestro primer gurú:
la gurubeta… ¡¡¡Qué hambre!!!
Ya cenados y aterrizados, salimos a buscar la noche. Desde
nuestra ventana, al otro lado del lago se ve una fiesta llena de colores y allí
nos dirigimos. La música nos guio hasta un puente, lo cruzamos y seguimos hasta llegar al tumulto.
Mucha fiesta y muchos colores. Las mujeres estaban vestidas con sus mejores saris
combinando tonos inimaginables y con joyas y oro por todo el cuerpo. Los hombres,
más discretos, con camisas blancas o coloridas. El novio y la novia llegan cada
uno por su lado con sus propios amigos y familias – aún en esta época es común
que las bodas sean arregladas y las parejas no se conozcan bien. (Sí, nos
colamos en una fiesta de matrimonio, eso sí discretamente y medio sin querer). Todo iba bien, nadie nos notó hasta que llegó
un niño: “your names”, preguntó. Respondimos. Una niña: “do you have a pen”.
Otro “Where’ you from”. Otra “your names”. Ahí creo que empezamos a llamar la
atención de los adultos. Los niños estaban fascinados viendo este par de cabezas
pálidas andando discretamente por ahí como “mamá pata” con 40 patitas e patitos
morenos con ropas coloridas andando atrás en fila india ¡literalmente! – allí
consideramos irnos discretamente, aunque nos tocó salir sin cenar.
Acaba Udaipur. Siguiente destino: Jaipur. El transporte
elegido: Bus “cama”. En realidad es un bus “caja”. Encontramos nuestro bus, de
milagro, preguntando y haciendo gestos a los paisanos presentes en un terminal que parecía clandestino. La “cama” era un cajón de 1.6 metros de largo con
puerta corrediza y el ancho difícilmente acomoda dos personas.
Nos acomodamos como fichas de "tetris" con las maletas, almohadas y
accesorios en nuestro cajón e hicimos el mejor intento de dormir para llegar a
la “Ciudad Rosada”. Jaipur es más grande, más desorganizada y con más animales.
Nuestros
vecinos del hotel eran una familia de monos que habitaban un árbol. Afuera,
las vacas comen la basura dejada en las calles. El centro de la ciudad es un
bazar enorme de "todo a 1000 rupias" y que se podía negociar hasta que todo
llegaba a 100 rupias. Caminamos dispuestos a perdernos por sus calles,
compramos, bebimos y comimos, la experiencia es eléctrica, todo pasa al mismo
tiempo en una extraña armonía, disfrazada de desorden.
Los vecinos |
Además de la fauna urbana, las calles tienen camellos y
elefantes (sí, elefantes de carne, hueso, colmillos y orejas). El siguiente
destino es el Amer Fort, a una distancia
de 200 rupias en tuk-tuk. El fuerte se puede recorrer a pié o en elefanta – escogimos ir a
pie porque es muy triste ver la explotación de las elefantas, dóciles, enormes,
pintadas con colores y con dos turistas gringos de cachetes rojos en sus lomos.
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Por supuesto hay mil cosas más para contar sobre Jaipur…
pero el que quiera saberlo mejor que haga el viajecito, vale la pena. Vamos
para el siguiente destino. La joya de la corona, la cereza del pastel, el rubí
del turbante…. A propósito de turbantes: almorzamos en el museo del Turbante,
donde la comida es maravillosa, hay música y danza en vivo con un coqueto
bailarín-hombre-orquesta, el mesero le presta a uno su propio turbante (libre
de piojos pues el señor era calvo) y los músicos invitan a tocar y cantar con
ellos, aunque yo no sé, ni tocar ni cantar en hindi
Dejamos Rajastán. El siguiente destino lo hacemos en tren, vagón
primera clase con comida y aire acondicionado. Servicio VEP (Very Economic People). Nos dirigimos a la joya de la
corona, la cereza del pastel, el rubí del turbante: Agra, su majestuoso Taj
Mahal y otros lugares imponentes de esta ciudad llena de historia.
Llegamos en una fecha especial: El Taj Mahal se abre en las
noches de luna llena para un número limitado de personas. La luna azul se
refleja en los cristales del Taj Mahal y crea matices, dimensiones y luces que
no son visibles en el día. Estos matices, dimensiones y luces tampoco son
visibles en noches de luna llena con el cielo lleno de nubes, como ese primero
de diciembre en que visitamos y no vimos el Taj Mahal en una (no tan hermosa)
noche de luna llena.
Visitamos el Taj Mahal de nuevo en el día, con sol, a una
hora en que sí se ve y es realmente majestuoso. Con esto cerramos esta parte
del paseo.
Taj Mahal, Agra |
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