Lo primero que se le ocurrió es que Germán
estaría escuchando música… el rango era amplio: Santana, The Beatles, o quizás
Beethoven o Mozart; algo que le proporcionara una atmósfera de tranquilidad y
estimulara su imaginación para narrar como suya una historia ajena acerca de un
animal que no vio, en un apartamento que apenas conoce en fotos, frente al
campus de una universidad extraña, en una ciudad lejana. Su pantalla de Word
(la de Mauricio) sigue en blanco, aunque eso no le afana. Se le ocurre que la
música le ayudará a crear la atmósfera adecuada para empezar a narrar su propia
historia ajena.
Recuerda entonces que hace poco un colega del
hospital Santa Sofía le quemó un DVD de Diana Krall. Recordar, en la familia
Calderón, generalmente equivale a olvidar. Cuando una idea sale a flote en la
mente de un Calderón, instantáneamente otra se sumerge en el olvido. Ahora la
mente de Mauricio está centrada en encontrar el DVD de la canadiense, que
debería estar apilado en la parte izquierda de su biblioteca donde pone los
videos nuevos (¿o en la derecha mezclado con los nuevos libros?).
En medio de la búsqueda del DVD, encuentra que
no ha quitado siquiera el plástico al libro de Ludwig Wittgenstein que compró
la semana pasada y que quiere estudiar antes de la tertulia filosófica del
próximo miércoles en su casa. Recuerda haber sido él mismo quien recomendó el
autor y toma decididamente el libro, se acomoda en el sofá y decide empezar una
lectura rápida de Wittgenstein… pero aún le falta algo de música. Con la misma
decisión que tomó el libro, y con una sonrisa en sus labios, resuelve amenizar
su lectura con el concierto de piano para la mano izquierda que Paul, el
hermano mayor de Ludwig, encargó a Ravel. Toma y pone el CD en su equipo HiFi,
da “play” y se escucha el inicio del concierto magistralmente interpretada por Aldo
Ciccolini y Jean Martinon. Casi al mismo tiempo inicia la lectura.
Tras terminar el segundo capítulo del libro, y
ya un poco adormecido, decide prepararse un café para tomar un nuevo impulso. Camino
a la cocina ve El Tiempo en el comedor. Recuerda que había empezado el
crucigrama esta mañana y decide terminarlo. – Paul y Ludwig se sumergen
inmediatamente en el olvido-.
Se acomoda las gafas y, lapicero en mano,
declara solemnemente “Cuatro Vertical. Once letras. Filósofo y célebre
comediógrafo ateniense. Empieza por A, la tercera es una I y termina en ES…” satisfecho,
se apresura a escribir “A R I S T O T E L E S”. “Siete horizontal. Cuatro
letras. La primera para los judíos. Empieza por A, termina en T”… piensa… ¿primera
mujer: EVA, LILIT? ¿año nuevo judío Rosh Hashaná?... ¿A _ _ T? Decide ayudarse
con Google. Toma su IPAD y escribe “ayuda para crucigramas”, sigue el enlace e introduce
“A _ _ T” aparece “AZUT”… ¿pero qué tiene que ver con los judíos?... Revisa “Cuatro
Vertical. Once letras. Filósofo y célebre comediógrafo ateniense. Reconfirma: empieza
por A, La tercera es una I y termina en ES…”… su rostro se ilumina, corrige “A R
I S T O F A N E S”… ahora sí, la
primera de los judíos, ¡la primera del alfabeto! ALEPH… o bien… ¡ALEF!.
Retoma el IPAD. www.facebook.com. Se pone al día. Mariana
Calderón: “ZZZZZZ... NO MOLESTAR!!”. Sergio Gómez Cardona -> Juan Felipe
Calderón “flaco que les vaya muy bien un abrazo!! lo quiero mucho mijo”. ..
nuevo comentario en el video de Peter Diamantis que le envió su sobrino: “Pero
si el 66% de la humanidad va a estar conectada y comunicada en 2012... ¿Para
qué atún?”... Nada sorprendente.
Siente ganas de un café, en la cocina encuentra
café ya preparado y caliente en la cafetera, se sirve su taza y vuelve al
estudio donde encuentra una taza idéntica, con un café frío, puesta junto al
teclado del computador. Esta imagen le hace recordar el propósito que le llevó
al estudio tres horas antes.
Decidido, Mauricio se sienta con su café frente
al teclado, se acomoda las gafas y trata
de imaginar que estaría pensando Germán cuando se apropió y escribió la
historia de Angelita y Jorge Enrique acerca del “quik, quik, quik”. Trata de
ponerse en su lugar y entrar en su mente para apropiarse, a su vez, de la
historia acerca de su hermano escribiendo un cuento.
Autoplagio
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